

Por una decisión estatal y a modo de homenaje fue dado el nombre de Coronel de Marina Leonardo Rosales al Municipio que tiene a esta ciudad como cabecera del Partido, debido al vínculo tan estrecho que había y hay, entre la Armada y la formación del pueblo. El nombre de un militar, héroe en las batallas independentistas, con destacada carrera en la Marina de Guerra en el siglo XIX pero en tierras bien distantes de ésta.
Por ese sencillo motivo voy a referirme a la ciudad cabecera por su toponimia. La punta alta que dio nombre a este hermoso lugar, espacio geográfico donde vivimos y en el cual la gente capacitada y pensante tendrá la oportunidad, mayor posibilidad y responsabilidad de llevar adelante un proyecto de desarrollo económico, con consecuente mejora social para sus actuales habitantes y a quienes vengan en el futuro.
La propia génesis de Punta Alta la condenó a sus limitaciones actuales, tanto físicas como económicas. Una ciudad que fue planeada y armada para trabajadores estatales – venidos de otros lugares e inclusive extranjeros – y que tuvo su auge en las décadas del 50, 60 y 70, obviamente de la mano de la Armada. Brilló cuando cumplía su cometido, con miles de obreros ingresando al enclave naval en dos ruedas, denominada la ciudad de las bicicletas en ese momento. Sumado a la pléyade de recién llegados, el personal de la Armada también provenía de otras provincias, hecho que generó una falta de identidad importante en los desarraigados, factor todavía presente.
La capacitación de esos empleados iniciales, en mayoría vinculados a lo naval, hoy es un legado innegable de buena mano de obra, y considero esta dote como una fortaleza aún vigente a la hora de proyectar la prestación de servicios a barcos y ofrecer estas tierras y aguas para la inversión foránea. En contrapartida y, lamentablemente, a medida que el Estado fue quitándole presupuesto a la Marina, dentro de la misma y en su entorno comercio-empresarial empezó a desarrollarse lo que el argentino tiene de mejor, la viveza criolla y la ventaja. Estas características totalmente perjudiciales a cualquier idea de desarrollo están plenamente vigentes en el seno de la comunidad cívico-militar que aquí habita.
Si se pudiera aplicar el concepto de ostracismo a lo económico en una ciudad, su propio principio condenó a Punta Alta prácticamente a un único modus vivendi, desde hace muchos años en quiebra y sin ningún vislumbre de mejora o superación porque está aparejado a los sueldos estatales, como motor propulsor, desgastado y perjudicado por años de incuria estatal, municipal, provincial y nacional. Por ese motivo, aunque se ha expandido de forma chata, la ciudad está muy parecida a la de 50 años atrás, matinal, de lunes a viernes.
La dirigencia citadina tampoco pudo sobreponerse a la atmósfera histórica que cité antes, no quisieron, no pudieron o no tuvieron la capacidad para revertir el cuadro adverso y con el tiempo inclusive contribuyeron a que la situación fuese empeorando, desde el momento en que entendían, equivocadamente, que administrar una ciudad era apenas limpiar, barrer y culpar a la ciudad madre (Bahía Blanca) de todos los males, y que la misma se desempeñaría como una suerte de kraken dedicado a opacar o bloquear el desarrollo puntaltense.
Superficialmente apreciando estadísticas y los resultados desencadenados, la verdad es que no hubo un plan director eficiente, muy poco se proyectó para la ciudad en las últimas décadas y sus localidades, a pesar de contar con gente noble, grandes recursos naturales, geográficos y de estructuras para poder avanzar. Puerto militar y civil, ferrovías, zona franca, campo, mar, playas, zona estratégica, ruta nacional, enormes extensiones de tierras disponibles, escuelas técnicas y educación de destaque y una larga lista de posibilidades, productivas, turísticas, etc.
Punta Alta ha tenido a la dirigencia más variada que se pueda suponer; cumpliendo un mandato de origen hubo una lista variopinta conformando un casi de todo como intendentes, interventores e interinos: arquitecto, peluquero, sindicalista, técnico constructor, mecánico, oficial de la Armada, ingeniero, presidentes de clubes deportivos, investigador, entre tantos. Aun así no ha hallado una fórmula efectiva de evolución y desarrollo.
Las efemérides son buenas para esto, para recapitular. Lo aquí está escrito no tiene la pretensión de un abordaje completo, sociológico-científico ni de verdad absoluta, sí está nutrido de un parecer honesto y transparente que son mis ideas, visión y pensamiento, a servicio de algo, de algo más allá de seguir caminando en dirección al abismo de la nada.
Un sociedad moderna, ágil y sana se construye con trabajo y educación, con acuerdos humanos sinceros que visen un bien colectivo amplio, con alternancia en la dirigencia y con educación sin ideología que permita romper con sistemas encadenados a un modo de vida antiguo que ya no puede significar y brindar calidad de vida a las personas del siglo XXI. En muchos lugares ya se vive esa realidad, busquémosla nosotros también.
Lic. en Historia y Marino Mercante