


En el proceso independentista de Brasil había dos grupos políticos que divergían en relación al futuro del país. Los “portugueses” tenían por objetivo recolonizarlo y deseaban el retorno de los monopolios, ya los “brasileños” deseaban el mantenimiento de los privilegios obtenidos en 1808, cuando llegó la familia real escapando del avance napoleónico en Europa y convirtiendo a la Colonia en el Reino Unido (Portugal, Brasil y Algarve), enseguida otorgando favorecimientos a los locales para sumar adeptos.
Aun con la supuesta autonomía política brasileña fueron mantenidas las características del período colonial: la gran propiedad del latifundio, el monocultivo (azúcar, café) dirigido al mercado externo y el trabajo compulsorio de indios y negros.
La centralización del gobierno imperial causaba descontento general. De un lado, miembros del gobierno, aún vinculados a la antigua Metrópoli y al Emperador, mantenían su influencia en defensa de sus propios intereses, pretendiendo mayor centralización. Por otro, la creciente burguesía, representada por la Cámara de los Diputados, se volvía contra el carácter totalitario de la monarquía y era apoyada por la prensa y por la opinión pública.
El país dividido entraba en conflicto. En 1831 presionado por exigencias antagónicas y dispuesto a reclamar el trono de Portugal, Don Pedro I abdicó en nombre de su hijo Pedro II de 5 años y partió para la península, dejando el país a la orilla del caos.
Una Regencia asumió el gobierno con una exigencia básica, conferirles más autonomía a las provincias. Aun así, con las finanzas comprometidas los regentes no atendían a ese pedido y tampoco a otros, entre ellos la extinción de las tasas sobre el charqui (alimento de esclavos) exportado y sobre la sal importada.
Por consecuencia de ello, la encarecida comercialización de los productos de Rio Grande do Sul tenía que enfrentar la competencia desleal, a la de tasas bajas, en comparación a aquéllos que venían de la cuenca del Plata, provocando que los estancieros locales se vieran rápidamente empobrecidos.
Paralelamente a esto la Regencia aumentó internamente los tributos de la sal, insumo básico en los saladeros gauchos, perjudicando aún más la economía de los ganaderos de la región sur. En 1834 era aprobado el Acto Adicional que creaba las Asambleas Legislativas Provinciales, abriendo espacio para la descentralización del gobierno.
El primer Presidente provincial no defendió los intereses de su pueblo y además acusó a miembros del partido liberal de estar tramando la separación de Rio Grande y la formación de una república aliada al gobierno de Uruguay y de la provincia de Entre Ríos, liderada por el caudillo Justo José de Urquiza.
La conspiración estaba en curso, apoyada inclusive por la Masonería. Para algunos la solución era el cambio del gobernante y un trato más justo para la economía sureña. Para otros, más exaltados, era el momento de llevar a Brasil al ideal republicano.
Las ideas de autonomía y federalismo ganaron fuerza al natural en la provincia. Una gran distancia al centro del país, la condición de ser una región productora de alimentos, un largo histórico de guerras de frontera irían a desencadenar un conflicto entre los productores rurales y el Imperio centralizado. Clamaban por justicia tributaria y mayor autonomía económica y política para las provincias.
La Declaración de la Independencia de los Estados Unidos en 1776 y los principios de la Revolución Francesa en 1789, seguían construyendo el imaginario de las mentes en las nuevas generaciones y funcionarían como modelo para lo que se estaba gestando.
El 20 de setiembre de 1835 los revoltosos ocupaban la ciudad de Porto Alegre, iniciando la Revolución Farroupilha, de los malvestidos, como eran llamados. Recibidos con aplausos las tropas rebeldes entraron en la capital sin que hubiese combates. Posteriormente declararon la República Rio-Grandense siguiendo el concepto separatista y republicano.
Luego de 10 años, por disputas internas de poder entre los propios litigiosos del sur se generó un cisma político que rompió con el espíritu revolucionario y acabó con el sueño de la independencia y autonomía al sur.
Después de una década de lucha desigual contra el Imperio, prácticamente en guerra de guerrillas, los “harapientos” depusieron las armas. Hubo paz entre el gobierno central y los gauchos, una decisión estratégica que mantuvo la soberanía portuguesa en el territorio y la dignidad del pueblo rio-grandense, además del resarcimiento económico del liderazgo gaucho.
Es lógico que todo este movimiento recién descripto nació de intereses económicos y se desarrolló sobre esa base. En la construcción del gaucho brasilero esta guerra intestina es utilizada para resaltar las dotes de este hombre de campo, como un ser libre, trabajador, noble y diestro en el caballo y la lidia con animales. Hace parte del imaginario meridional y así lo acepto, como también acepto que los portugueses que llegaron a las tierras brasilis eran nobles, de familia y bajo conceptos de la cartilla cristiana.
Hoy es un día de celebración para Rio Grande do Sul, de tener presente la capacidad de hacer cosas, hazañas en nuestras propias vidas, de superación, de la construcción de justicia y de libertades individuales, de los mejores sentimientos que una persona puede vivir en un sistema republicano.
Licenciado en Historia - UFPel, Rio Grande do Sul, Brasil