


En barcos pesqueros de arrastre, en los cuales las maniobras se realizan por popa, la red es desplegada y sostenida por dos cabos de acero de centenas de metros de longitud. Cuando la misma es lanzada al agua, estando el barco en arrastre, o cobrada, estos dos cabos que se encuentran tensos y pueden volverse riesgosos, existe la posibilidad de que las aves que sobrevuelan la popa en busca de alimentos los atropellen o se enganchen, no es frecuente pero puede suceder.
En altamar la mayoría de las aves que siguen a los barcos día y noche son pelágicas, esto significa que viven gran parte de su vida sobre el agua y muy distante de la tierra. Este particular grupo es compuesto mayormente por muchas variedades de albatros y petreles.
Al ir saliendo la red trae consigo calamares, loligos, comidilla atractiva, peces pequeños que consiguen escapar de la trama, constituyéndose todo esto en un importante atractivo alimenticio para los animales. La voracidad de todas estas aves hace con que se lancen a obtenerlo, de ese modo pudiendo engancharse en el entremado o en los propios cables de sujeción.
Para evitar que los albatros se choquen con este cable, en el mismo se colocan líneas con tiras livianas adheridas para mantenerlos alejados, este recurso físico se llama línea espantapájaros. Los petreles y pardelas (una suerte de gaviota) parecen ser mucho menos golosos y voraces, no se acercan tanto a la popa del barco por lo tanto son mucho menos susceptibles de engancharse con los mecanismos de pesca.
Es común en el Atlántico sur la presencia de vientos fuertes, dependiendo de la época del año del norte, noroeste y sur, suroeste, normalmente de pocas horas o cuando mucho un día y medio. Esta característica genera oleaje de entre 3 y 5 metros a menudo imposibilitando la pesca. Estos condicionantes meteorológicos fuerzan a algunos aterrizajes de las aves en las cubiertas de los pesqueros. Una vez a bordo no saben cómo decolar y hay que asistirlos, levantarlos posicionándolos para que tomen una corriente de aire, desplieguen alas y remonten nuevamente. Hay que tomar debidos recaudos para no lastimarlos, si bien son enormes son animales frágiles; del mismo modo hay que utilizar guantes y buscar la manera de que no ataquen con sus picos, que en el caso del albatros real llega a medir 22 centímetros.
Luego de estos temporales cortos las aves vuelven a seguir a los barcos con mucha agitación y hambre, atrás de lo que sale en la red o de las sobras de la producción de la planta: colas, tripas, piel, resto de pescado, cabezas, etc. Se ha mejorado mucho en la preservación de estas especies en los últimos años. Quien navega tiene la suerte de apreciar mucho en el aire. Es muy frecuente ver a pardelas, gaviotines sudamericanos, albatros real y errante, petreles dameados y de tormenta, etc. El personal embarcado corta las redes para liberar a algún albatros que se haya enganchado sin dudar. Cuando de manipularlos se lo hace con cuidado y se le posibilita el retorno al vuelo y al mar de modo seguro.
En barcos que llevan a un inspector de pesca, el mismo fiscaliza el cuidado de las aves haciendo cumplir la normativa vigente, pudiendo elaborar actas con alguna infracción detectada que, a posteriori se puede transformar en multa al capitán o la empresa naviera a la cual pertenece el barco.
Marino Mercante