


¡Ah! el motor…
El motor se ha roto, nos advertía Damiano. Otra vez… Hasta último momento esta máquina cretina nos pone el palo en la hélice…



La posibilidad de llegar a la Base de Submarinos de Mar del Plata en 48 horas se desvaneció como el aroma de un perfume barato. Paola compartía mi guardia en el timón, por lo que detuve el motor y abrí la genoa mientras ella continuaba su faena. La Dama Roja pasó de unos majestuosos 8 nudos a una velocidad de sólo 3. La brisa era una limosna de Eolo.
“Bueno Ric, nos quedamos sin motor”, me dice Filippo, a su retorno de la sala de máquinas. Y continúa con las buenas nuevas…
“Esta vez es algo nuevo, pues se rompió una de las patas que unen el motor al casco”. Como el motor es algo viejo y vibra bastante, sin esa pata vibrará más y puede romper otra, lo cual es realmente malo.
En realidad, arreglárselas en el mar no era nada nuevo para nosotros. Y Damiano, otra vez, mostró sus quilates. Lejos de rendirse, buscó herramientas -ninguna mejor que su ingenio- y luego de varios intentos y arandelas ubicadas mágicamente, tenemos motor de nuevo. Sin forzarlo, podremos llegar a Mar del Plata y allí repararlo. Maravilloso.



Retomamos velocidad y fuimos persiguiendo al sol, por una ruta endiamantada. Para festejar este nuevo problema resuelto (¿Cuántos van desde que zarpamos?) esta noche nos visita una luna llena inmensa y como el mar está casi calmo total, todo se refleja. O sea, tenemos dos hermosos cielos llenos de estrellas. No hay ni una sola nube.
El 5 de abril es un día especial pues nos permite salir a cubierta sin traje de agua, lo que no sucede desde Panamá, algunos meses y miles de millas atrás. Todos estamos rebosantes de alegría y laboriosos. Es increíble el cambio.
Damiano decidió pescar aprovechando la poca velocidad del barco (cuidábamos la pata reparada del motor) pero al arrastrar el sebo, apareció una bandada de albatros que se pusieron a seguirlo, aleteando y caminando muy cómicamente sobre el mar. Parecían acreedores que nos perseguían.
La última tarde de navegación continúa con excelentes condiciones meteorológicas. La música lo envuelve todo y es un fiel reflejo del estado anímico general. Mañana estaremos en tierra y, entre otras cosas, espero que nuestro tripulante externo, el Vasco Miguel, que absolutamente todas las noches nos pasó por radio los pronósticos del tiempo, pueda venir a bordo y conocer a mis compañeros, quizá ya cansados de escucharme decir “Vasco… Vasco… ¿Estás por ahí? Cambio…, micrófono en mano.
Tenemos un hermoso y bien merecido último atardecer que deseo compartir con ustedes, que también han navegado conmigo…



A las 02:00h del 7 de abril por la madrugada virábamos Cabo Corrientes y luego entrábamos, tocando el fondo con la quilla, al Puerto comercial de Mar del Plata cuyo canal de acceso está anegado. Fondeamos cerca de la entrada a la Base Naval a las 05:00h y fuimos a dormir. Las luces y ruidos del puerto nos invadían. La fantasía había terminado. Ya planearemos la continuación de este viaje.
Llegamos a Mar del Plata… ¿O a Italia?
Tres horas más tarde nos llamaron por la radio. Era la Autoridad Portuaria que nos pedía mover el barco pues iba a salir un gran buque y estorbábamos sus movimientos. Para evitar hacer dos maniobras aproveché que “nos echaban” y me comuniqué con la Base para pedir autorización de entrada. Dos horas después entrábamos en la dársena de submarinos, casi el único lugar en donde un velero con 4 metros de calado puede estar amarrado a un muelle, desde Ushuaia hasta acá.[i]
Terminábamos la maniobra de amarre. Cabos que iban y venían. Defensas. Sólo hablábamos nosotros, bajo el limpio cielo marplatense. Amarramos abarloados a una patrullera, pues nos era más fácil la maniobra de embarcar y desembarcar.



Desde el alto muro de piedra que nos hacía de muelle una persona nos miraba en absoluto silencio.
“¿Siete italiani?”, y todos dejamos de hablar. Sorprendidos, miramos al extraño.
“Sono Ischiano”, dijo. La tripulación comenzó a sonreír y a presentarse. Apellido y lugar de nacimiento. Toda Italia estaba representada en este barco.
“Sono Gennaro -Genny- Vottola. Benvenutti a Mar del Plata.”
Aún ignorábamos que haber conocido a Genny Vottola era como haber llegado a Italia con 3 meses de anticipación.
Uno de los capos de la gran Comunidad Italiana en Mar del Plata, Genny no sólo dejó de lado sus tareas particulares para ponerse con su auto a nuestra disposición, sino que además organizó programas radiales, entrevistas y una inmensa cena en honor del barco y de todos nosotros. Música, buena comida y mejor vino, montañas de invitados, italianos y descendientes, diplomas, discursos… Todo organizado en menos tiempo de lo que tardo en escribirlo. Como creo que es la esencia italiana, Genny abrió su generoso corazón para este barco, sin medir esfuerzos. La comunidad Italo Marplatense hizo un mega zafarrancho de recibimiento que aún hoy no me explico cómo, sin haber sabido que nosotros llegábamos.
Que vaya este agradecimiento sincero de todos nosotros, ¡caro Genny!
La Adriática quedó absolutamente protegida en las seguras aguas de la Base Naval de Mar del Plata. El Comandante del Área Naval Atlántica, Contralmirante Ferraris tuvo a bien facilitarnos el libre acceso a sus aguas e instalaciones, posibilitando sin ningún tipo de restricciones que pudiéramos llevar a cabo las reparaciones y reaprovisionamientos que consideramos necesarios realizar.
Nuestro reconocimiento por tan noble -y práctico- gesto. Neptuno no discrimina si uno navega sobre o bajo el agua, a motor o a vela. Somos todos sus súbditos por igual.
¡Ciao bella… Ciao!
“Dios los cría y el viento los amontona”, dije al comienzo de este relato. Corría noviembre del 2005 y casi dos años después de ese encuentro “casual” en Palma de Gran Canarias luego de mucha agua y más esfuerzos, esa idea ya es la maravillosa historia que intenté relatar sin duda con más voluntad que arte.
Construí mi parte de ella viviendo con una mujer que me llevó por universos diferentes mostrándome paisajes y gentes que ampliaron mi mundo interno. Compartió conmigo noches maravillosas y terribles, cálidas y frías. Me golpeó, me acarició, me puso en situaciones de riesgo y también me protegió. Me exigió mucho y a veces, pocas, fue generosa con mi descanso.
Aprendí a convivir con sus manías y ella -ecuánime- concedió tolerar las mías. Poco a poco, nuestra comunicación se hizo más profunda. Conocí su lenguaje y aprendí a comprender lo que me quería decir en cada momento.
En la soledad más inmensa, interminables diálogos nocturnos fueron tallando en mi corazón la forma exacta para albergar a esta mujer. Me fui acostumbrando a ella sin darme cuenta que en realidad me iba enamorando lentamente, como una suave marea que no avisa que nos inunda. Atardeceres y amaneceres, junto a personas y paisajes, entretejieron en mi corazón una larga historia de vida, que creció día y noche con esta mujer a mi lado.
El romance fue hermoso y parecía eterno, como eterno parece el mar cuando uno ya está regresando a puerto.
Un llamado telefónico. Repentinamente nos informaron que el viaje no continuaría, que finalizaría un mes antes de lo previsto. El dolor apareció como el amor, lentamente, conforme pasaron los días y yo iba aprendiendo que no vería nunca más achicarse la costa por su popa, que no tendría más romances nocturnos a horas prohibidas y que sus amplias y espumosas sonrisas blancas ya no serían para mí. Hoy siento un inmenso hueco dentro, un mar vacío.
Filipo, Martín, Paola y yo desembarcamos. Damiano, Ferdy, Marco y Riccardo llevarán el barco a Italia.[ii]
Rojo como tu casco, mi corazón te pertenece, adorada Dama Roja.
¡Ciao bella… ciao!
Epílogo
“La vida no tiene sentido. Hay que dárselo.” Charles Chaplin.
La Adriática, ha finalizado su viaje. Hoy es historia lo que alguna vez fue una dudosa idea propuesta desde el otro lado de una botella de cerveza. Se cumplieron, creo que más de lo esperado y esperable, con todos los objetivos.
La digna Dama Roja fue solidaria, fue hogar de científicos, fue escuela, fue películas y series de tv., fue recuerdo de Fitz Roy, fue embajadora de Italia, fue portadora de mensajes humanistas, fue turismo en la Ruta Verde, fue portadora de una nueva idea de transformación y acumulación energética, fue pontífice de nuevas colaboraciones con el archipiélago de Cabo Verde.
También fue cocina de diversas emociones. Fue jardín de sentimientos, correspondidos y no. Hubo dudas, certezas, hastíos, ansiedades, recuerdos, sorpresas, nuevos amigos y nuevos sueños. Todos los que han pasado un poco de su vida a bordo se han llevado y dejado algo.
¿Qué sigue luego? ¿Más Adriática? ¿Otro barco? ¿Otro proyecto? ¿Nada de esto?
¿Quién lo sabe? El futuro no es otra cosa que una pregunta por contestar y la palabra “vivir” su única respuesta.
La ADRIÁTICA, más que un barco, ha sido vivir…
Vivir con sentido.
FIN
PS: Me desembarco debiendo mucho a muchos, pero no deseo finalizar esta nueva historia que adereza mi vida sin dedicar a mi hermano Filippo, mi última palabra: gracias.
Notas al pie
[i] Quizá en el muy cercano puerto cerealero de Necochea también, pero se arruina el casco del velero con el oleaje producido por los barcos que entran y salen
[ii] Llegaron sin problemas luego de unos 40 días de mar, con una sola escala en Senegal. Luego, con Filippo haríamos otro viaje casi igual a éste y varios menores. Pero eso…es otra historia.
Escritor y navegante.