

En estos tiempos complicados en que nos toca vivir, resulta menester manifestar las ideas de uno, principalmente cuando están desprovistas de intereses paralelos y despojadas, lo máximo posible, de ideología o de intento de convencer a alguien de que uno tiene la razón. En esto que voy a describir no hay verdades absolutas, hay intención de poder generar primero reflexión y mediante eso, unión y consenso.
Lo que sí parece ser bien real es que quien entra en política, en inmensa mayoría, parece no querer salir. Es cómodo actuar en política porque, excepto en raros casos, no hay que marcar una planilla de ingreso, no se fiscaliza nada y mucho menos se verifican si hay buenos resultados en la gestión. Alguien debe engrosar las hileras de la política, las distintas administraciones son abastecidas de gente, ahora bien, qué gentes se alinean atrás del puesto político porque después eso se paga caro, con funcionarios cobrando sin trabajar.
No sé en qué proporción, pero si hablamos de jóvenes puedo afirmar tranquilamente que hay tantos idealistas como ambiciosos que se inician secundando un partido, enarbolando pancartas, poniendo sombrillas, haciendo número en actos, distribuyendo panfletos, pegando afiches y aplaudiendo, contando votos, presencia en comicios, tanto hasta que algo les toca a ellos. Una ayudantía del bloque partidario y la Meca absoluta, conformar una lista sábana para concejal. Así de sencilla es la meritoria carrera política.
Si nos abocamos a los adultos, ya no me animo a igualar las partes. Mi experiencia me dice que en mayoría, quienes se acercan a la política después de los 30 es por no haberse encontrado aún o, encontrarse, frustrado o sin suceso en sus profesiones o labores e – in extremis – surge vocación espontánea en lo público remunerado.
En mi entender, gente de estos dos grupos que acabo de describir, con más edad o con menos, podrían presentar un gran problema para la sociedad que van a representar, el de la obediencia a cualquier costo. Está lleno de ejemplos a visualizar, el verdadero “le pertenezco” al referente político quien le da de comer, genera grandes deficiencias en la prestación de servicios para los cuales se les remunera, por seguir sin cuestionar a una cartilla política impuesta, sin siquiera usar un criterio, si lo hubiere.
El no discutir desde adentro – a ver si me rajan – genera un endemismo que favorece al que llegó antes y manda, porque no siempre hay liderazgos genuinos, es más, escasean. El supuesto jefe no hace otra cosa que seguir la cartilla del referente, que es quien pone la plata o la consigue, para que la cosa política siga adelante. Esa cosa política que debería ser la conductora de la cosa pública, la res pública romana, que debería estar muy por arriba de cuestiones partidarias, sea cual fuere el color del partido político representado. En mayoría cuando un partido político accede a la administración, confunde el organigrama partidario con la política pública, ésta es paga con dinero de los contribuyentes. Esto en fundamental, sino caemos en lo que sucede hoy a nivel nacional, las arcas públicas también utilizadas para cuestiones ideológicas.
Sin entendimiento, sin educación y conocimiento de todo esto la disputa política en el país seguirá siendo una deleznable riña de gallos, pero sin la hidalguía de estas aves. Esta reacción natural de los animales en los hombres se identifica en ambición, poder y dinero, y en medida casi inexistente, la preocupación genuina de mejorarle la vida a la gente: la utilidad más importante de la política, como herramienta capaz de transformación.
Hay que expresarse, mostrarle y exponerle a las personas que actúan en la administración pública que la actividad política no debería ser una posibilidad de atrofia progresiva y sistémica en la calidad de acción y pensamiento de las mismas, que allí están no para cumplir órdenes partidarias y sí para trabajar para quien les paga el salario, que no es Democracia y Política.
En estos tiempos complicados en que nos toca vivir, resulta menester manifestar las ideas de uno, principalmente cuando están desprovistas de intereses paralelos y despojadas, lo máximo posible, de ideología o de intento de convencer a alguien de que uno tiene la razón. En esto que voy a describir no hay verdades absolutas, hay intención de poder generar primero reflexión y mediante eso, unión y consenso.
Lo que sí parece ser bien real es que quien entra en política, en inmensa mayoría, parece no querer salir, Es cómodo actuar en política porque, excepto en raros casos, no hay que marcar una planilla de ingreso, no se fiscaliza nada y mucho menos se verifican si hay buenos resultados en la gestión. Alguien debe engrosar las hileras de la política, las distintas administraciones son abastecidas de gente, ahora bien, qué gentes se alinean atrás del puesto político porque después eso se paga caro, con funcionarios cobrando sin trabajar.
No sé en qué proporción, pero si hablamos de jóvenes puedo afirmar tranquilamente que hay tantos idealistas como ambiciosos que se inician secundando un partido, enarbolando pancartas, poniendo sombrillas, haciendo número en actos, distribuyendo panfletos, pegando afiches y aplaudiendo, contando votos, presencia en comicios, tanto hasta que algo les toca a ellos. Una ayudantía del bloque partidario y la Meca absoluta, conformar una lista sábana para concejal. Así de sencilla es la meritoria carrera política.
Si nos abocamos a los adultos, ya no me animo a igualar las partes. Mi experiencia me dice que en mayoría, quienes se acercan a la política después de los 30 es por no haberse encontrado aún o, encontrarse, frustrado o sin suceso en sus profesiones o labores e – in extremis – surge vocación espontánea en lo público remunerado.
En mi entender, gente de estos dos grupos que acabo de describir, con más edad o con menos, podrían presentar un gran problema para la sociedad que van a representar, el de la obediencia a cualquier costo. Está lleno de ejemplos a visualizar, el verdadero “le pertenezco” al referente político quien le da de comer, genera grandes deficiencias en la prestación de servicios para los cuales se les remunera, por seguir sin cuestionar a una cartilla política impuesta, sin siquiera usar un criterio, si lo hubiere.
El no discutir desde adentro – a ver si me rajan – genera un endemismo que favorece al que llegó antes y manda, porque no siempre hay liderazgos genuinos, es más, escasean. El supuesto jefe no hace otra cosa que seguir la cartilla del referente, que es quien pone la plata o la consigue, para que la cosa política siga adelante. Esa cosa política que debería ser la conductora de la cosa pública, la res pública romana, que debería estar muy por arriba de cuestiones partidarias, sea cual fuere el color del partido político representado. En mayoría cuando un partido político accede a la administración, confunde el organigrama partidario con la política pública, ésta es paga con dinero de los contribuyentes. Esto en fundamental, sino caemos en lo que sucede hoy a nivel nacional, las arcas públicas también utilizadas para cuestiones ideológicas.
Sin entendimiento, sin educación y conocimiento de todo esto la disputa política en el país seguirá siendo una deleznable riña de gallos, pero sin la hidalguía de estas aves. Esta reacción natural de los animales en los hombres se identifica en ambición, poder y dinero, y en medida casi inexistente, la preocupación genuina de mejorarle la vida a la gente: la utilidad más importante de la política, como herramienta capaz de transformación.
Hay que expresarse, mostrarle y exponerle a las personas que actúan en la administración pública que la actividad política no debería ser una posibilidad de atrofia progresiva y sistémica en la calidad de acción y pensamiento de las mismas, que allí están no para cumplir órdenes partidarias y sí para trabajar para quien les paga el salario, que no es el partido al cual pertenecen, y sí el pueblo. ¿Cómo hacerlo? Y sí, es un fino equilibrio entre pertenecer a un grupo pero no someterse al mismo a cualquier costo.
Cómo el hermoso albatros ceja negra de la foto, es una de las aves más dotadas e increíbles en el vuelo marítimo pero, con un cerebro muy pequeño, se deja seducir por el marinero que le muestra el pescado, sube al barco y se expone a todo riesgo perdiendo su majestuosidad y esencia, el vuelo libre.
Licenciado en Historia y Marino Mercante